Capítulo 2
Argentina
Tres años después:
Después de aquellos meses de ocio, tuvimos que volver a regañadientes a la rutina. Retomamos las clases, el trabajo y la vida continuó su curso.
Ya han pasado tres años. “Como pasa el tiempo”, pensé.
Coloqué la taza de café en una esquina del escritorio, me acomodé en la silla frente al mismo y encendí mi notebook. Ingrese a la casilla de correos electrónicos e hice click en el icono recibidos. Entre ellos había uno que tenía todo mi interés. Cuyo asunto versaba en “Solicitud para curso de maestría". Mis ojos pasaron rápidamente por las palabras allí contenidas. En las que el regente me confirmaba y daba la noticia de que, después de haber visto mí historial académico y teniendo en cuenta las buenas referencias que los profesores le habían hecho llegar- me daba la bienvenida a tal prestigiosa institución.
Pensar que hace unas semanas atrás mi vida estaba casi programada trabajaría en el prestigioso buffet de mi tío, llevaría una vida normal, dentro de los parámetros que mi familia considera lo es.
Después de las vacaciones, Ignacio había comenzado la carrera de arquitectura, y Jorge se inscribió en la carrera de cineasta después de haber obtenido el certificado de finalización de la secundaria.
Buena forma de comenzar el año, graduado y ahora aceptado en una de las universidades más importantes de Córdoba, en la cual realizaría la maestría en Derechos Humanos.
De ahora en más mi vida tomaría un rumbo impredecible me gustaba como sonaba eso.
Durante los últimos meses, entre los últimos exámenes de la facultad, el trabajo mi vida era inmensamente aburrida, e incluso los fines se volvieron rutinarios, la pasábamos de fiesta en la casa de algún amigo, Ignacio terminaba bebiendo más de la cuenta y teníamos que llevarlo a su casa, Jorge que estaba de novio con Eugenia siempre la llevaba con él donde iba y yo… trataba de continuar mi vida.
A veces daba la impresión de ser arrogante, a pesar de que en las fotos que colgaban al muro el día después de la fiesta o quizás en el mismo instante en que la sacaban siempre aparecía en compañía de mujeres que me besaban en la mejilla, me abrazaban y daba la impresión de mujeriego y para nada arrogante, sin embrago raramente eran ligues. No porque no tuviera oportunidad simplemente llegué a un punto en que todas me parecían iguales y ninguna despertaba mi interés… y para ser sincero aun no podía sacarme de la cabeza a mí ex o en realidad lo que sucedió.
Me sentaría bien un cambio, otro país, otras personas, otra vida.
Unas semanas después me encontraba en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, esperando la llamada de la azafata para abordar el vuelo hacia Argentina.
―Te vamos a extrañar Benja―. Expuso Jorge al tiempo que me encerraba en un gran abrazo.
― También los voy a extrañar.
― Escríbenos―.Pidió Ignacio, a la vez que también me abrazaba.
― Estamos en el siglo XXI, ahora existe Skype, muchachos.
― Pasajeros por favor abordar el vuelo número 1580, con destino a la ciudad de Buenos Aires, por favor. Muchas gracias―. Interrumpió la despedida la voz de la asistente de vuelo.
Abracé a mis mejores amigos una vez más y les recordé, a mí manera, cuanto los quería. Y me dirigí a la fila de pasajeros que abordaban el mismo vuelo.
Una vez en el avión me acomodé en el asiento junto a la ventanilla, me coloqué los auriculares y tomé el obsequio que mis buenos amigos me habían hecho un ejemplar de la novela La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón.
Me adentré en la lectura. Nueve horas después me encontraba bajando del avión en tierras argentinas.
Luego de recoger mi maleta, y colgarme al hombro el estuche con mi Gibson recuerdo de las vacaciones en Playas Gemelas, me dirigí a la puerta de salida, tomé una gran bocanada de aire y con pasó decidido la crucé. Me subí a un taxi y le indiqué al conductor la dirección de Boris, un agradable puertorriqueño, que se convirtió en un buen amigo, luego de pasar una temporada en México como estudiante de intercambio. Y años después la empresa para la que trabajaba lo había trasladado como gerente general de la sucursal que tenían en Argentina.
Amablemente se ofreció recogerme del aeropuerto, pero ya me parecía demasiado el hecho de que me brindará hospedaje en su casa, cuando se enteró de la noticia de que haría la maestría en su país. Pagué al taxista, dejándole una propina y baje frente a una bella casa, que confirmé por sus terminaciones era de estilo minimalista, el poder distinguir esos detalles ocurre cuando tienes un amigo que realmente es un apasionado de su carrera, como Ignacio, ya lo echaba de menos.
Toqué el timbre y reconocí el particular acento de mi amigo al instante.
― Hola, ¿en qué puedo ayudarte?―. Averiguó.
― ¿Boris?―Tanteé, solo para confirmar.
― Benjamín, pasa chaval, pasa―. Me invitó, a la vez que un pitido acciono el portón automático que cubría la casa.
Boris seguía igual a como lo recordaba, con su cabello largo de rastas atado en rodete y su piel aceitunada. Lo salude con apretón de manos y me dirigió dentro de su casa.
Me presentó a su mujer, una chaparrita de ojos claros, con la que se había casado hace dos años, por lo que pude observar llevaba algunos meses de embarazo.
La casa era sencilla pero acogedora, rápidamente me sentí como en la mía. Realmente Rocío, era agradable, me sirvió un vaso de un jugo natural, aunque hubiese preferido un vaso con alguna bebida fuerte, igualmente se lo agradecí. Mientras tomaba un trago, Boris me ponía al corriente sobre su vida, a la vez que preguntaba por los chicos, por mi familia…
Después de la cena, disfruté de un tour por la ciudad, debo decir que no fue difícil sentirme atraído por los bellos paisajes, esculturas. Aunque mi Monterrey tiene lo suyo, no me sería difícil adaptarme.
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