domingo, 9 de marzo de 2014

Argentina-Segunda parte

Capítulo 2

Argentina Segunda parte

Un mes después de mi llegada, había conseguido un buen puesto de trabajo en un reconocido bufet de abogados,  conseguí alquilar un sencillo pero acogedor departamento a un buen precio, y la maestría iba en camino.
Era sábado y me encontraba tirado en el sillón de la sala viendo las noticias en la pantalla plana y comiendo un tazón de cereal con leche, lo que también contaría como almuerzo ya que mi reloj marcaba las 12 am.
Sonó el teléfono, estiré el brazo para alcanzarlo.
― Diga―.Pronuncié.
―Benjamín, hermano. ¿Cómo estás? Nos tienes muy abandonados.― El inconfundible acento puertorriqueño indicaba que se trataba de Boris.
― Hola, Boris. Entre el trabajo y la maestría, no me queda mucho tiempo―. Me excusé.
― Te disculparé. Solo si aceptas mi invitación y esta noche vienes a visitar mi club―. Desde hace bastante tiempo que tenía la idea de abrir un club y me alegraba que al fin lo haya hecho.
― Pues claro que allí estaré―. Acepté,  entusiasmado por hacer algo distinto este sábado, sin apuntes y sin largas monografías por realizar o mirando películas solo. 
Esa noche, me coloqué mi mejor atuendo y me dirigí al club de mi amigo.
Era un ambiente bonito. A primera vista parecía una especie de depósito abandonado, que habían restaurado dando como resultado un agradable club de noche.
Las paredes eran de un color violeta  con mesas y sillones, similares a las que te encuentras en un Starbucks, pegadas a las paredes, todo estaba iluminado con una tenue luz,  dándole un toque de intimidad al lugar.
En el medio se erigía un escenario donde cada noche se presentaban desde bandas hasta músicos solitas a los que Boris les brindaba la posibilidad de darse a conocer tocando en su club.
Estaba tomándome una copa cuando éste me pidió que le salvará la noche, mientras me arrastraba hasta un cuarto al costado del escenario me comunicó que la voz principal y guitarrista del grupo que se debía presentar esa noche había llamado diciendo que dejaba la banda sin dar más explicaciones. Luego supe que nadie que se considerara buen guitarrista y cantante se quedaba mucho tiempo con ellos, pues su sueño era hacerse famoso mientras que los demás miembros tocaban por puro hobbie.
A pesar de haberme negado rotundamente, diciendo que hace mucho tiempo no tocaba la guitarra,  lo cual en cierto sentido era cierto; ocurrió como en las películas que acostumbraba a mirar: terminé sobre  el escenario con una guitarra en mis manos, luego de haber ensayado improvisadamente con los chicos de la banda. Suspiré.
Mientras observaba a las personas sentadas en las mesas del bar, algunas mantenían  animadas conversaciones, mientras que otras colocaban su atención en nosotros, convirtiéndose  en un público atento.
Boris,  además de dueño, era a la vez barman y presentador. Tomó el micrófono e inclinándolo unos centímetros, tal si fuera la reencarnación de algún famoso cantante de rock,  presentó a la banda, que por cierto no tenía nombre.
La gente aplaudió más por respeto y educación que por entusiasmo.
El baterista marcó el tiempo golpeando sus baquetas entre sí y comenzaron a sonar los acordes de la canción que solía tocar con mi antigua banda en México, que agregamos al escaso repertorio de covers, para no terminar en una simple banda cliché. Me sorprendí al darme cuenta que estos chicos no eran ningunos improvisados y que sabían lo que hacían.
Mi voz rasposa y mi particular acento regio,  llamó la atención  de la totalidad de los clientes del bar, quienes comenzaron a mecer sus cabezas o marcar el ritmo golpeando sus pies en el piso.
Mis dedos iban de una cuerda a otra como si no hubiese dejado de ejecutar la guitarra hace más de un año. 
En ese instante, recordé lo bonito que sentía cuando tocaba en los pubs en Monterrey, lo reconocido que eramos entre los clientes asiduos. Incluso según Ignacio teníamos un club de fans en potencia. Sin embargo, no dejaba de ser solo un pasatiempo. 
Terminado el pequeño repertorio, la gente nos aplaudió sonriendo abiertamente y asintiendo.
Mi primera vez en público, después de tanto tiempo resultó ser un  éxito.
Los chicos de la banda me agradecieron la ayuda, y luego sentados frente a la barra no dejaban de invitarme, en realidad suplicarme que completara la banda como voz y guitarra.
―Pues porque no― dije.
―Huhu―, girtaron los tres a coro. 
―Una ronda para todos, esto hay que festejarlo― dijo el bajista, no recordaba su nombre.
Así fue como me convertí en miembro de una banda de estilo poprock, mi preferido además, la cual después de un gran debate llevaba por nombre  Escape Route. 
Y como consecuencia los fines de semana se volvieron una rutina, pero una rutina agradable de esas que quieres hacer por puro placer.
Empezamos a ser reconocidos entre la gente que concurría con frecuencia al bar, y está tría a más gente, que a su vez traía a más gente. De modo que nos convertimos en la banda local e incluso llegamos a ser teloneros de algunas bandas que venían a dar sus shows, lo que nos sirvió de trampolín para iniciar giras a otros bares del interior de Córdoba.
Por lo que la pregunta constante fue cuando sacaríamos nuestro demo.  Lo cual para mí  y los chicos de la banda, aún se encontraba muy lejos de realizarse. 

1 comentario:

  1. Hola, guapa!

    Cuánto tiempo sin saber de ti!

    Tengo un nuevo concurso en el club al que perteneces. Te dejo el enlace por si te interesa:

    http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2015/01/te-gustaria-conseguir.html

    Saludos y feliz jueves!

    Pd: Si no te interesa participar pero, en cambio, sí quieres ayudarme a promover mi novela, te estaría muy agradecida si lo hiceras!

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